Lima recupera el brunch, que como todo el mundo con algo de memoria y un mínimo nivel de lectura sabe nada tiene que ver con el buffet dominical y tampoco es ninguna novedad, aunque últimamente le hayamos perdido la pista. El brunch es más bien un desayuno tardío y copioso ideal para quienes amanecieron el fin de semana demasiado tarde o un almuerzo temprano si manejan el día a deshora. Lima los tuvo bien famosos, como el del Sheraton, que marcó el ritmo de las mañanas del fin de semana en los ochenta. Más que una tendencia o una moda, el brunch representa una larga tradición anglosajona que trajeron las cadenas hoteleras norteamericanas. Ha seguido en Lima, apareciendo y desapareciendo en los últimos años, aunque a menudo sea confundido con propuestas más bien convencionales.
Tragaluz, el restaurante de Augusto Baertl en los bajos del hotel Miraflores Park, estrenó su brunch hace apenas tres semanas. Es una buena noticia, no tanto por un concepto más que conocido como por el contenido. Tiene detalles por pulir pero ha configurado una propuesta más que interesante. Empezando por el espacio, que puede ser la terraza del restaurante frente al parque Domodossola, con el mar intuyéndose al fondo, y siguiendo por una carta breve y bastante bien concretada que compensa sobradamente los 79 soles (impuestos y servicio incluidos) que cobran por ella. Permite elegir dos platos de la carta, medio litro de jugo, agua infusionada y café. Nada mal por un buen almuerzo bien servido. Por 49 soles más ofrecen barra libre de mimosas.
Este almuerzo disfrazado de desayuno suele tejer un hilo conductor en torno a los huevos. En Tragaluz son escalfados y componen algunas combinaciones de mérito
La base elegida son los huevos benedictinos –escalfados, instalados sobre una tostada, adornados con salsa holandesa y acompañados con tocino o jamón cocido-, que proponen en tres versiones diferentes. La tradicional, con jamón cocido, otra con salmón (le dicen Hemigway) y una tercera con entraña y cebolla caramelizada. Todas se apoyan en unos huevos impecablemente escalfados y una buena salsa holandesa. La tradicional es también la más convencional y brilla especialmente la versión con entraña –fina, tierna y sabrosa- y cebolla. El salmón de la tercera no está a la altura del resto de la carta; merece la pena cambiarlo. Junto a ellos destacan la sartén de huevos fritos con hongo porcón y los sanguches: pan francés tierno y crujiente que puede estar relleno de pejerreyes o de chicharrón. Los dos se manejan a buena altura.
Hay algunas cosas más que no desentonan, como la fruta con yogur o una acertada tostada francesa preparada a partir de rebanadas de panetón y servida con una muy buena crema. La escalibada –verduras a la parrilla con aceite de oliva- con humus necesita una revisión.
Tragaluz. Puntuación: 3 estrellas.
Tipo de restaurante: brunch.
Dirección: Malecón de la Reserva 1035. Miraflores. Lima.
Tarjetas: Visa, Master Card, Diners, American Express.
Valet parking: Sí.
Precio medio por persona (sin bebidas): 80 soles.
Bodega: atractiva.
Observaciones: solo sábados y domingos.