Eggo: El local de cada día

El crítico también se deja influir por sus perezas, o sus prejuicios. Sucede más a menudo de lo que solemos reconocer. Por ejemplo, con Eggo, el local abierto hace unos meses por Renato Peralta a las puertas del La Planicie. Se daban la mano la distancia –buenas noticias para los vecinos de La Planicie y alrededores; para los demás es como viajar en combi a provincias- y un concepto que resulta cuanto menos extraño: desayunos todo el día. Un viaje de ida y vuelta a los límites del infinito y la perspectiva de un desayuno a la hora del almuerzo retrasaron la visita más de lo debido.

Finalmente, el encuentro con Eggo muestra una versión mejorada de esos cafés de barrio que abundan en medio mundo y tan extraños resultan en Lima. Una mezcla de café, panadería y pastelería, con una oferta de cocina fórmula, sin demasiadas complicaciones, concebida para contentar a todo el que pase. O casi. Lo anuncia el mismo local, que se presenta como proveedor de sanguches, desayunos, pasteles, ensaladas, jugos y cafés.

Sobre el papel, lo mismo que hacen unas cuantas cadenas en lima. En la práctica, nada parecido. En la cocina, la calidad es un valor y aquí se convierte en principio. Comenzando por los panes. Sorprende y gratifica que Renato Peralta, responsable del fervor por la pastelería disfrazada de pan que asola los restaurantes limeños, haya dado un giro a su propuesta, recuperando el gusto por los panes de verdad: con sal, migas compactas que destilan el aroma de la masa madre y cortezas oscuras y crujientes. Está claro que las cosas se ven de otra forma cuando afectan a tu propio negocio.

Idéntico principio se aplica a los demás productos: buenos helados de Anelare o carnes llegadas del otro lado del muro, donde está Osso, la carnicería de moda en esta parte de Lima. Locales contiguos y sociedades muy relacionadas garantizan la presencia de algunos productos del vecino en la cocina de Eggo. Por ejemplo, el impecable rosbif, protagonista de un muy buen sanguche que se completa con pan campesino blanco, mostaza y pepinillos en vinagre. El magnífico tocino de papada de cerdo también es fruto de esta especie de cohabitación. Aparece en la mesa marcando la diferencia en un plato de huevos –llegan hechos a la plancha, al estilo inglés, en lugar de fritos; no debería ser así en un país productor de aceite de oliva- que la casa completa con buenos hash browns (pequeña tortilla de papa frita mezclada con cebollita china) y una correcta ensalada de col que nada tiene que ver con el plato aunque tampoco molesta.

La hamburguesa también se nutre de las reservas del local vecino. Buena carne, queso, de nuevo dos lonchas de ese tocino fino, sabroso y crujiente y un buen punto en la carne. Retirando la mitad del pan –no lo necesita cuando la hamburguesa se traslada al plato- la jugada sale redonda.

Hubo más: un interesante pulled pork –cerdo a baja temperatura, deshilachado, salseado y envuelto en pan-, jugosas tostadas francesas y un sanguche de chorizo de miel de maple y huevo que me dejó más bien frío.

No haría una hora en auto para ir hasta allí pero si lo tuviera cerca de casa sería mi local de cada día. Para el pan, para un café, para un almuerzo informal o para desayunar lo que quiera y cuando quiera, sin importar el lugar que ocupe el sol.

Nota. Conviene volver a explicar como se administran las calificaciones. El 20 sería para el restaurante perfecto (comida, pan, café, servicio, local, bodega, equipamiento…). Cada carencia en uno de esos conceptos resta puntos, de forma que un restaurante con buena cocina, sin bodega, con un servicio casual y un local convencional puede tener menor calificación que otro con peor cocina.


 

Puntuación: 13/20.
Tipo de restaurante: Sanguches, panes y desayunos.
Tahití, 175. La Molina.
Lima. T: 3529915.
Tarjetas: Master Card y Visa.
Valet parking: no.
Precio medio por persona (sin bebidas): 35 soles.
Bodega: No hay.
Lo mejor: Sanguche de rosbif.
Observaciones: No cierra. Abierto de 8 a 21 horas.

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