El batán de Muñequita es grande como una mesa; a su lado, Muñequita parece un adorno dejado caer a un lado del mantel, pero lo domina casi con ternura, abriendo la puerta al fascinante universo de las picanterías que salpican las calles y los pueblos de Arequipa. El batán es grande, negro, rectangular, de líneas suaves y alma dura. Es fuerza y belleza al mismo tiempo. Imposible separar la vista de la superficie negra y brillante y los bordes suaves y redondeados que definen el contorno. Tampoco hay manera de evitar deslizar la yema de los dedos por los bordes, recorrer la curva de su seno y acabar dejando la palma abierta sobre el fondo para sentir la vida y el calor que lo atraviesan. Nunca había visto unas curvas tan subyugantes y tan letales. Nada ni nadie vuelve a ser lo mismo después de pasar por él.
